Definitivamente, hay algo peor que perder un avión, que te pierdan la maleta y todo su contenido. Y es que, sin darnos cuenta, establecemos estrechas relaciones con los objetos/ropa, y una “simple” camiseta negra adquiere una serie de matices y significados insospechados que sólo uno/a sabe: “la que llevaba el día que conocí a X”, “la que me puse cuando aprobé ( a rellenar a gusto del lector)”, etc. Vamos, que intimamos con ellas/ellos: las queremos, las odiamos, las mitificamos… “Es la camiseta de salir, con la que siempre pillo”. Total, a lo que iba, que perder la maleta es un peñazo. No tanto por el valor económico sino por el cúmulo de experiencias que van en ella. Y lo peor es empezar a pensar por donde estará, en qué país del mundo, en qué parte del aeropuerto… Y si meditas mucho el tema empiezas con la paranoia: ¿Y si alguien se la ha llevado a casa y se ha puesto tu camiseta de la suerte?, ¿Y si quién ha cogido la maleta es un psicópata perseguido por la